La célebre coreógrafa alemana Pina Bausch murió ayer, a los 68 años de edad, cinco días después de que se le diagnosticara un cáncer. Figura señera de la danza contemporánea, había estado hasta el domingo sobre el escenario.
Su verdadero nombre era Philippine Bausch, pero fue como Pina que construyó una carrera sin igual, que la llevó a convertirse en una de las mayores renovadoras de la danza contemporánea. Su influencia, que abarcó a más de tres generaciones, llegó a tal punto que de hecho se la considera como la gran precursora de la danza-teatro, dada su manera de concebir el espectáculo desde una óptica compleja, abierta, interdisciplinaria y nada lineal.
"Estuvo hasta el mismo domingo en escena con su compañía de danza", explicó Ursula Popp, portavoz de la Ópera de Wuppertal, donde la artista era coreógrafa residente. La fuente agregó que la artista falleció en un hospital de modo repentino.
Si bien la bailarina integraba desde los años `70 esa notable compañía (que se nutría de bailarines de diversas disciplinas y de todas partes del mundo), su radio de acción fue muy amplio, incluyendo también a América Latina, donde se había presentado en 2006 con la obra Para los niños de ayer, de hoy y de mañana, pieza que combinaba, muy a su estilo, ternura, humor y desolación.
Nacida en Solingen el 27 de julio de 1940, Bausch empezó su formación en danza en 1955 con Kurt Jooss y Sigurd Leeder en la Escuela de Arte de Essen, institución a la que siempre se mantuvo ligada. Cuando se graduó en 1959 obtuvo la primera beca concedida a una bailarina alemana para ir a la Julliard School de Nueva York.
En 1961 fue contratada por la Metropolitan Opera House de Nueva York, regresando un año después a Alemania. En 1973, al aceptar la dirección de la compañía de danza del teatro Wuppertal, fue cuando comenzó su camino a la fama. En 1974 realizó su primera coreografía importante, la ópera Ifigenia en Táuride, de Gluck, y en 1975 la de Orfeo y Eurídice, del mismo compositor.
En 1976, con motivo de la preparación de El castillo de Barba Azul, de Bartok, la coreógrafa se sintió electrizada por el ruido de las hojas secas diseminadas por el escenario y comenzó a experimentar un nuevo método. Y su consagración internacional llegó con su participación en el Festival de Nancy (Francia), en 1977, año en el que creó una de sus coreografías más famosas, La consagración de la primavera.
La descomunal carrera de esta coreógrafa recorre trabajos para todo tipo de músicas, desde clásicas, ritmos africanos, fados y tangos. Así, Masurca fogo fue un fado que le encargaron para el Festival de los Cien Días de Lisboa, previo a la Expo de 1998 de Lisboa y que realizó como homenaje a esta ciudad.
Su versatilidad también se manifestó en sus incursiones en el cine, como el papel que desempeñó de ciega a las órdenes de Federico Fellini en Y la nave va, o tiempo después en Hable con ella, de Pedro Almodóvar, donde su danza fue el prólogo de la historia de dos mujeres en coma.
En 1999 fue galardonada con el Premio Europa de Teatro y en 2007 el Festival de Danza de la Bienal de Venecia le otorgó el León de Oro a la carrera, por marcar una "vía original en la expresión escénica del cuerpo".
La originalidad de Bausch se manifestó de muchas formas, entre ellas por su capacidad para poner en diálogo diversas ramas artísticas, como también en el uso de superficies naturales para desarrollar sus bailes. Un legado que sin duda muchos artistas retomarán.